· Evitar la exposición solar en las horas centrales del día, es decir, cuando
nuestra sombra sobre el suelo es pequeña o desaparece en nuestros pies.
· Caminar por la sombra cuando estamos en la calle.
· Utilizar todas las medidas físicas a nuestro alcance: gorra, ropa, gafas, etc.
· Incorporar siempre antes de salir de casa un fotoprotector. Reaplicarlo
cada dos horas.
· No olvidar poner fotoprotector de rostro en la parte superior de la frente,
orejas, cuello y escote. Hay que insistir en las áreas donde recibimos más
cantidad de radiación como hombros o en zonas de intersección con el
bañador.
· Incorporar a la dieta alimentos antioxidantes como la naranja, fresas o
frutos rojos. De forma tópica, una buena elección es la vitamina C por su
capacidad antioxidante y sus propiedades antienvejecimiento. ¡Es bueno
usarla todo el año!
· Cada persona reacciona diferente al sol, por lo que debemos
concienciarnos en llevar a cabo una exposición progresiva y con la piel
fotoprotegida, así la piel puede generar una protección natural. Esa
exposición progresiva la debemos adaptar a cada persona.
· El nivel de protección y textura debe ser seleccionada de acuerdo a
nuestro fototipo, es decir, al nivel de pigmentación de cada piel, que no es
igual en cada personas.
· Al llegar a casa después de haber tenido exposición al sol, debemos limpia
suavemente nuestra piel. Lo ideal es incorporar cuidados fortificantes y/o
reparadores.
· Debemos incluir hidratantes y/o productos correctores de cuidado. Es
importante, no olvidar la crema diaria de día y noche.